Sábado Iracundo Vol. 17

febrero 27, 2010

En estos últimos años los videojuegos tratan de alcanzar un realismo más y más alto. La tecnología de hoy en día permite que el entorno y los personajes se aproximen más y más a lo real, con texturas increíblemente profundas, nitidez y un gran número de polígonos. Para aumentar la sensación de realismo, poniendo una chispa cinematográfica, los videojuegos se ven impulsados a usar filtros extraños que hacen que el mundo se vea monocromo.

¿Qué redemonios? ¿Cuántos títulos más van a salir donde todo sea azul o gris? ¿Es que hemos vuelto a la época de los 8 bits? Call of Duty: MW, Shadow of the Colossus, todos usando una gama de color y adheriéndose a ella.

«Bueno, pero eso es para dar un toque personal al juego», diréis, oh, astutos lectores. Cierto, no hay nada más personal que un ciento de títulos usando un mismo recurso. Caramba, si bien la moda hace una década era el «bullet time», hoy en día tenemos el «efecto Private Ryan» para recordarnos que todo videojuego que pretenda ser realista debe estar hecho con un filtro que queme las tarjetas de nuestra plataforma y parezca que es artístico.

En este mismo defecto caen muchos títulos, donde el mundo no sólo es gris, si no que además es increíblemente brillante. Abusar del HDR es fácil, abusar de los efectos de iluminación es fácil. A veces los creadores, para demostrar lo maravilloso que es su motor gráfico nos queman las pupilas con toneladas de objetos metálicos con pilas de cristal encima a exposición durante un soleado día en la playa. Lo peor es cuando hasta las más oscuras mazmorras destellan en la penumbra.

Lo dicho, que alguien lo haga y le quede bien no quiere decir que debas hacerlo también. Y por supuesto, que puedas hacer algo no quiere decir que debas.